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domingo, 2 de noviembre de 2008

Histeria y transparencia

En el fondo me hace gracia. Siempre he considerado y creo haberlo manifestado en algún artículo que otro, que la discrepancia enriquece el debate. Es lícito que cada cual defienda sus posiciones, que cada postura se argumente en función de cuestiones varias. Para mí la trayectoria vital; las experiencias y vivencias sociales, familiares y políticas marcan tu recorrido. La diversidad de opiniones engrandece el pensamiento y te permite contrastar las propias, ya sea para ratificarte en las mismas o cambiar de criterio.

Sin embargo, no queda tan bonito que para defender posturas contrarias, se reitere en el uso de la frivolidad y el mal gusto con términos como histeria y fundamentalismo. Además de mandar a los demás a tomar tilas y más hierbas. Si tomamos como referencia la acepción de la RAE del fundamentalismo, "exigencia intransigente de sometimiento a una doctrina o práctica establecida", porque el resto de las definiciones ni me las planteo, probablemente y con respecto al tema de la memoria histórica porque me toca muy de cerca, sea realmente contundente en mi defensa. Pero no más de lo que otros hacen de la suya. Y todo eso sin los ingredientes del sarcasmo y la burla. Por lo que si soy fundamentalista, en este tema lo hemos sido todos. Los de un lado y los del otro.

Con respecto al término histeria, históricamente se ha asociado a un conjunto de síntomas que el habla popular, fundamentalmente los hombres, achacan a las mujeres. Estas manifestaciones tienen que ver con la irritabilidad, el insomnio, los espasmos musculares y la pérdida del apetito. Hace ya muchos años tuve el disgusto de descubrir que los hombres también padecen del mismo mal. Y dicho esto, yo también seguiré expresando lo que pienso y lo que me parece.

Pero yo en realidad quería escribir de la lealtad y de la transparencia en una acción conjunta. Ambos términos hacen referencia a la fidelidad y al honor. Al cumplimiento de unas mínimas reglas de juego. No solamente en el sentido organizativo sino de honradez hacia el proyecto. Que en este plan de buenas intenciones se produzca una regeneración y transformación social que conduzca a una visión distinta de la realidad. Es una verdadera oportunidad de generar ilusión y confianza. De demostrar que existen otras maneras de hacer las cosas.

Que el proyecto no se puede perder en luchas intestinas, en zancadillas fácilmente descubiertas porque estamos en una pequeña "Gran Ciudad" o en diseñar cada cual desde el minuto uno sus propios objetivos. Sino que los esfuerzos han de estar dirigidos en alcanzar la reestructuración y el bienestar de la ciudadanía. Para eso nos han dado la oportunidad.

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