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martes, 14 de julio de 2009

¿Expertos o esperpentos?

Me había propuesto esta semana no hablar de ustedes, pero es que me lo ponen a tiro.
Día tras día, semana tras semana, sus actuaciones y declaraciones se convierten en disparate tras disparate. Es que hay que currárselo muy pero que muy bien para llevar al estrado del Congreso y Senado a los esperpentos elegidos por el PP como expertos en diversas materias.
Han transcurrido cuatro años desde que el numerario del Opus Deis, médico y psiquiatra, Aquilino Polaino, que no es un nombre cualquiera, salta a la fama de la mano del PP al ser invitado a la Comisión de Justicia del Senado por este partido para que apoyara su postura acerca del matrimonio y adopción de los homosexuales. Y allí este señor, que entiendo que haya estudiado psiquiatría sólo por el mero hecho de averiguar en que lugar recóndito de la mente humana se transforman las evidencias científicas en convicciones morales y religiosas, además de creérselo y justificarlo, argumenta entre otras lindezas "que las personas con conducta homosexual tienen un padre hostil, distante y alcohólico", "que la homosexualidad se suscita en los hijos adoptados por gays o lesbianas" o "que los homosexuales podían superar totalmente sus problemas". Eso sí, el tratamiento salía algo caro. Todo ello sin arrugar el ceño pero ofreciendo la mejor cara de la homofobia. Sin embargo, las personas expertas citadas por el resto de los partidos, expusieron investigaciones y estudios que avalaban el normal desarrollo psicológico y afectivo de los niños y niñas educadas por parejas del mismo sexo, y defendieron el derecho de los menores a ser adoptados por estas familias.

Este fin de semana leyendo El País, me entero de que el pasado 22 de junio, el experto invitado para el estudio del problema de las drogas a las Cortes por la senadora Salamanca Teresa Cobaleda del PP , el doctor y psiquiatra Coullaut-Valera, que no es un nombre cualquiera, desarrolla la teoría de que las mujeres, mientras tienen la regla, desarrollan una violencia equiparable a la violencia de género. Lejos de sonrojarse por semejante barbaridad, añade que "el periodo provoca trastornos gravísimos de la terquedad y de la oportunidad" y que "la violencia del macho es terrible porque es violencia de agresividad y física, pero la violencia de la mujer es relacional". Acaba el hombre su intervención con la frasecita "estoy encantado de estar aquí y decir estas tonterías", pensando quizás que estaba en un circo por el cúmulo de desatinos, y no en una comisión mixta Congreso-Senado. Detrás de esta manifestación se esconde el mensaje perverso de los hombres que piensan que la violencia contra la mujer se debe a la provocación de ellas.
Me parece una atrocidad comparar la violencia machista criminal con los desajustes hormonales del síndrome premenstrual, descrito científicamente y molesto, fundamentalmente, para nosotras.
Desconozco titulares de prensa al estilo "banda de mujeres menstruantes dan palizas a sus maridos". Sin embargo, los mismos diarios contienen demasiado a menudo noticias de mujeres asesinadas a manos de sus maridos, novios y ex.

La desigualdad es el origen de la violencia contra las mujeres. Si hay una característica que defina a un delincuente maltratador, es que considera a la mujer como ser inferior y utiliza la fuerza y los golpes para demostrar su masculinidad y superioridad. Esta es la realidad. Así que mejor se dejan de dislates y comienzan a trabajar por la consecución real de la igualdad como desafío generacional; apartando a los niños y a las niñas de situaciones de sometimiento, de desigualdad entre géneros y educando en el respeto a la diversidad y en el vínculo afectivo basado en la reciprocidad.

Porque que yo sepa, nada de esto tiene que ver con la regla.

miércoles, 8 de julio de 2009

No es mi culpa

El feminismo no asesina. El machismo mata cada día.

No es mi culpa que, si descubro mis pechos, tu marido me mire de manera lasciva.
No es mi culpa que, a ti, mujer, te moleste observar unos pechos que no son los tuyos.
No es mi culpa que consideres que haciendo top-less me exhibo, porque es incierto.
No es mi culpa que vomites tu puritanismo en mis tetas.
No es mi culpa que tú sexualices el cuerpo femenino, pero no el masculino. No es mi culpa que decidas educar a tus hijos y a tus hijas con una moralina retrasada, y que consideres una obscenidad la visión de los pechos femeninos.
No es mi culpa que tú iguales el top-less con la lujuria, con la mirada sucia de los hombres y mujeres, porque es un problema de ustedes.
No es mi culpa que tú consideres a mis pechos un objeto de diversión. Yo sólo quiero quitarme las marcas.
No es mi culpa que la adolescencia cargue con una instrucción retrógrada, y considere la visión de los pechos de una mujer como objeto de excitación.
Muchos siglos de lucha. Muchos años de disputa. Mucho tiempo para mujeres que se han pasado y se pasan luchando por la igualdad de hombres y mujeres, en una sociedad profundamente desigual, machista, androcéntrica y patriarcal. Poco importa que esta porción del mundo intente vender el feminismo y sus posturas, como un movimiento antagonista al machismo. Esta corriente, en cualquier caso, se denominaría hembrismo, y yo la desconozco. Al feminismo se llega por un mero sentido de la justicia, por la necesidad de sentir libertad y autonomía personal. No estamos dispuestas a ocupar en la sociedad los papeles que ellos, fundamentalmente, y algunas ellas, de sumisión nos han asignado. Estamos para defender la igualdad de oportunidades de manera práctica. En el trabajo, en la educación, en la distribución de recursos, en la paridad, en las cuotas de poder. En la sociedad. En la vida. Porque la mitad nos pertenece.
Por tanto, aquellas manifestaciones procedentes de mujeres y hombres pertenecientes a un partido que no han hecho más que poner cortapisas a todo lo que signifique avanzar en igualdad de derechos y oportunidades , dígase recursos de inconstitucionalidad a toda la normativa aprobada en este sentido, me merece escasa credibilidad. Y, menos aún, las expresiones de mentes ancladas en el rígido y severo puritanismo, más propio del siglo XV que de la sociedad actual.

Por mi culpa, por mi culpa, por mi santa culpa.