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sábado, 5 de marzo de 2011

Libertad

Estamos en precampaña electoral. Pronto, en plena campaña. He estado cavilando desde hace semanas, y no puedo dejar de pensar en los diversos métodos(por llamarlos de alguna manera) que ya van poniendo de manifiesto unos cuantos partidos con el objetivo de captar votos.

Ya me van llegando los mismos procedimientos que se repiten con las mismas formas desde hace demasiados años por algunos y algunas, a cuenta de un puñado de votos. Este artículo tiene como único objetivo apelar al derecho a la libertad individual. Apelar al derecho a decidir. Absolutamente nadie tiene la capacidad de decidir por nosotros/as mismos/as. Ya está bien de llamadas telefónicas amenazantes a cuenta de favores que nunca serán pagados, que serán eternas deudas para los políticos inmorales con las que, supuestamente, las hemos contraído. Ya está de bien de encuentros casuales y no tan casuales, para comprometer en algo del partido tal, que no apetece ni por asomo, pero a quien le debo no sé que porque no me acuerdo, aunque ellos/as se encarguen de que lo evoque. Y que nadie se eche las manos a la cabeza, porque estas formas son más que conocidas en esta ciudad.

Una llamadita para un acto, porque claro, hace 25 años que te pinté la casa; Y el acto hay que llenarlo a toda costa. Otra por allá para que colabores en la campaña, porque claro, hace cinco años enchufé a tu marido en tal empresa, y..... Lo peor, que ya de por sí son absolutamente deleznables, no son las amenazas, si no el cumplimiento de ellas. Repulsivo. Absolutamente repugnante. Inmoral. Más propio de otras épocas que de esta.

Nadie, absolutamente nadie, tiene derecho a cercenar el principio fundamental del ser humano, que es su derecho a estar, su derecho a ser, su derecho a hacer. Me suena demasiado manido el discurso de la generosidad, de la solidaridad,... que sale de esas bocas que luego se manchan con el discurso del chantaje y la manipulación. Ya está bien de políticos/as que se creen elegidos/as e investidos/as por una autoridad suprema, que no entienden el significado del respeto a quienes piensan diferente, que pretenden que sus ideas y pensamientos sienten cátedra, y que intentan castrar lo más importante del ser humano: su propia libertad.

Cada ciudadano/a tiene la obligación moral e individual de romper una lanza a favor de la libertad. A favor de la libertad de hacer, de la libertad de ser, de la libertad de decidir. A favor de la libertad en una ciudad que no puede permitirse que se siga perpetuando formas de hacer política basada en redes clientelares, sustentada en el miedo a perder.... algo. Cada cual es responsable de que esto pueda erradicarse.

Porque otra forma de hacer política es posible. A mi me podrán escuchar, a mi me podrán ver, a mi me podrán sentir en esta campaña. Cuando quieran. Cuando deseen. Pero nunca estaré al lado ni compartiré las formas, de los/as que levantan el teléfono para cubrir un acto a costa de lo que considero que es lo más valioso que tengo: mi propia libertad.

miércoles, 19 de enero de 2011

El chivo

Gracias al criterio de mi querido amigo Víctor, levanté el veto a la lectura de los libros del flamante ganador del premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa. Sí. Tengo que reconocer que la ideología de los escritores y/o sus manifestaciones acerca de lo que piensan de determinados temas, frenan mis ansias por conocer lo que escriben. Aunque su disertación de cincuenta minutos en la ceremonia de entrega de su premio, en la que realiza una exaltación de los libros, habla de los nacionalismos, del terrorismo, de dictaduras, del teatro, de Barcelona, de su familia, de los amigos, y de muchas más cosas importantes en su vida, fue uno de los discursos más emotivos que he escuchado y que suscribo casi en su totalidad.

El universo de la literatura es tan amplio y el abanico de posibilidades que despliega es tan inmenso, que mis apetencias como lectora están más que cubiertas con mis elecciones. Volviendo a Mario Vargas Llosa y a la acertada opinión de mi amigo, éste me recomendó que comenzara con la “Fiesta del Chivo”. Sencillamente, lo devoré.

“La Fiesta del Chivo” es una novela que realiza una crítica feroz a las dictaduras militares y a los gobernantes que se mantienen en el poder durante décadas. Describe con absoluta precisión los privilegios y prebendas de las que son beneficiarias las personas cercanas al régimen, el profundo temor de quienes le rodean a despertar la ira del gobernante, la incapacidad de sus seguidores de alzar la voz para denunciar las atrocidades que se cometen, la perfecta telaraña de atenciones enhebrada con precisión por el benefactor que atrapa la voluntad de sus favorecidos, el intenso dolor de las víctimas que necesitan reconstruirse a sí mismas, y un canto a las personas dignas que no se resisten y luchan por cambiar una sociedad que consideran puede ser mejor, a través de las acciones y de la memoria de sus personajes.

Este libro me dejó sumamente reflexiva, porque lo primero que me surgió fue un análisis de algunos de los gobernantes actuales. Supuestos demócratas que despliegan las mismas artes de secuestro y seducción hacia la ciudadanía y a sus votantes; que realizan chantajes a las personas por favores pagados y nunca devueltos; que han tejido una red clientelar que se traduce en ciudadanos de primera y de segunda; que han conseguido enraizar en la sociedad el sentimiento de los/as que están conmigo o contra mí; que han sido capaces de arraigar en la población el temor a manifestar realmente lo que se piensa. Y todo ello en un Estado Democrático y de Derecho.

Vaya este artículo a todas las personas que siguen rompiendo día a día una lanza a favor de la libertad de ideas, que manifiestan abiertamente lo que piensan, y que se sienten soberanas en una sociedad que algunos pretenden secuestrar, pero que nos corresponde libre por derecho.