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domingo, 5 de abril de 2009

La niña velada

Hoy, al salir de casa, me crucé con una niña. Le calculo no más de diez años. Iba cubierta por una túnica de colores sombríos y su carita apenas asomaba, envuelta en un velo blanco. Mi conciencia se revuelve; revivo los debates y contradicciones de una corriente del movimiento feminista que hace referencia a la expansión del discurso de las mujeres occidentales para abrirlo a mujeres de otras culturas, pasando ello por la consideración del yihab como símbolo de identidad y visibilidad en el mundo global. Apelan a la tolerancia, al respeto intercultural y a la consideración de la diversidad.

Me parece un tremendo disparate. Lo que es cierto es que la mayoría de ellas no deciden. El velo no sólo es un símbolo religioso; también lo es político. Es la representación de la sumisión y del sometimiento al hombre. El conocimiento de las discriminaciones ha de articularse desde la lucha por la defensa de la igualdad de derechos y oportunidades, que si bien han sido emprendidas históricamente por las mujeres pertenecientes a la clase burguesa, porque el resto estaban absorbidas por su trabajo y quehacer casero cotidiano, no menos cierto es que en la actualidad y en la sociedad occidental, aún androcéntrica y estereotipada con valores masculinos, se han conseguido avances que las mujeres no estamos dispuestas a perder. Yo, evidentemente, me alineo con las tesis de otras tendencias del feminismo.

La defensa por parte de los movimientos islamistas de los distintivos propios de su religión y su queja ante nuestra obsesión por el pedazo de tela, es una forma más de justificar la permanencia de los mismos en la sociedad occidental. Plantear, como hacen algunos y algunas, que las mujeres asumen esos distintivos desde la libertad, es otra forma sesgada de exponer una realidad que lleva implícita inventar tolerancias que no lo son. Es decir, como lo hace alguien de fuera hay que permitirlo para no ser llamado xenófobo.

Solicitar tolerancia para una práctica que supone una subordinación es incongruente y ridículo. Siento que soy respetuosa con las culturas de otros países, siempre que las mismas no vulneren nuestra libertad y supongan un atentado contra los derechos adquiridos a lo largo de la historia por muchas mujeres; algunas despreciadas, otras olvidadas y, desgraciadamente, bastantes asesinadas en el camino.

1 comentario:

sintino jeje dijo...

Un articulo de opinión conmovedor. Atiza en la clave del entendimiento mutuo y marca los limites de la tolerancia. Es difícilmente discutible lo uno y lo otro. No obstante quizás valdría la pena hacer ombliguismo critico. Ya se: me explico. ¿ Como podemos encajar en ese discurso el rechazo que, casi siempre y "a prioristicamente", se endosa a jóvenes que practican un tipo particular de expresión como el hip-hop ?.¡Sin conocerlos mas que de oídas!. En ocasiones se juzgan mas por su atuendo que su fondo, como el velo o el color, o...los tatuajes. Siendo UD, afín a un grupo progresista y conociendo de tiempo su discurso, supongo que se aprestara a la tarea de convencer a los que toman las decisiones en Telde de que los diversos modos de expresión, encuadrados en los parámetros que plantea en su argumentario, son precisamente propuestas culturales que definen una época o una sociedad o parte de ellas y los progresistas si a algo no le tenemos miedo es a los experimentos y experiencias de comunicar. Bucee en el You Tube, busque gente como Wilky, la Profecía Crew, Alma sin dueño, todos ellos gentes del vivero de Escaleritas...y, sobre todo, escúchelos sin prejuicios. Un saludo.
Sintino Jeje.