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domingo, 24 de mayo de 2009

Aborto, moral e Irlanda

El aborto se ha convertido en el gran tema social de la ideología conservadora. Pero, ¿qué otra cosa se podría esperar? Las guerras morales son baratas. No cuestan más allá de las conciencias sesgadas. De las razones de aquellos y aquellas que colocan el rasero de la dignidad, allá donde les convenga. De las consideraciones de otros y otras que nos sumergen en un mundo surrealista donde se exponen opiniones varias, de las cuales destaca la de la Iglesia Católica. Pensamiento único aceptable. Juicio único admisible.

De los motivos de ellos y ellas que establecen códigos eternos procedentes de la divinidad. De los pretextos de éstos y éstas que influidos por la deidad, intentan hacernos creer su preocupación por la vida; inquietud y conmoción que no han demostrado en los últimos trece siglos, en que se han asesinado y torturado a cientos de miles de personas en nombre de la fe. Al margen de alguna declaración aislada e impúdica, no han renegado oficialmente de su pasado vergonzoso e inmundo. Ni de su pasado ni de su presente. A ver como van a justificar el escándalo de sesenta años de la iglesia católica irlandesa sórdida, a la que el gobierno le encomendó el cuidado de los niños más vulnerables de la nación. Más de mil víctimas frágiles y desamparadas durante muchos años, que han prestado testimonio de una infancia caracterizada por golpes, trabajos forzados y abusos sexuales. Explotaciones inhumanas a niños y niñas sin ningún otro referente que los curas que ejercían de cuidadores. Éstos y éstas son los que nos intentan imponer su moral; los que con su recta y honorable postura, pretenden dar lecciones de lo que es la vida; los que deciden que es más importante la vida de los no-nacidos, que la vida de los que están vivos.

Las demás personas no tenemos derecho a opinar, sino que somos consideradas “asesinas”, “destructoras de la familia”, “destructoras de la sociedad”, “enemigas de la vida”, etc.

El aborto, sin lugar a dudas, representa una problemática social que requiere respuestas adecuadas. Pero no objeciones morales. Al contrario de lo que proyectan los “provida”; de los sentimientos robados e interpretados a las mujeres que han abortado o piensan hacerlo, por parte de los intolerantes, el aborto supone un drama personal y humano de gran magnitud. Dudo que ninguna mujer se sienta orgullosa y feliz tras tomar una decisión en este sentido. Tampoco es permisible que se cuestione de manera despreciable y se intente estigmatizar a las mujeres que, enfrentadas ante una determinación de este calibre, opten por abortar.

Una sociedad sin amplitud de miras, carece de moral. Carece de ética para señalar y ultrajar a aquellos y aquellas que tomen decisiones en sentido contrario a las establecidas por el orden religioso. Este tema, es asunto de todos y todas. No sólo de los untados por la moral de una Iglesia, que bien se podría dedicar por los siglos de los siglos a pedir perdón de rodillas, a todas las víctimas de sus abusos, atropellos, torturas, iniquidades y crímenes.

Amén.

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